Autora: Rosa Argumedo Coa
Estudiante Licenciatura en Educación Especial
Seccional Urabá – Universidad de Antioquia
Agosto – 2020
El presente escrito es producto del Taller de escritura El Ensayo, desarrollado con estudiantes universitarios de sedes regionales de la Universidad de Antioquia, con el propósito de fortalecer su capacidad para asumir posturas propias a partir de los aprendizajes en la formación profesional.
Este año 2020 trajo consigo una pandemia que ha convocado al mundo a pensar
en la muerte; un suceso en el que nadie piensa comúnmente porque la mayoría de las
personas nos dedicamos a mirar cómo vivir bien, sin detenernos a reflexionar que la
vida y la muerte son una dualidad inseparable donde pensar en la una conlleva a la otra.
Pensar en la muerte en tiempos de pandemia pone en contexto la teoría de Edgar
Morin (2017), acerca del buen vivir y su relación con el pensamiento complejo, la cual
invita a los individuos y a las naciones a buscar el bienestar, evolución y productividad
mutua, entendiendo que como seres humanos estamos en un mundo que reúne un tejido
de eventos, acciones, interacciones, determinaciones, incertidumbres, donde no solo
una parte se encuentra en el todo, sino que el todo se encuentra en la parte y que de una
u otra forma estamos atravesados por el lenguaje, la cultura, las normas y prohibiciones
de la sociedad en la que estamos inmersos.
Para comprender mejor qué es el buen vivir, Morin (2017), hace un paralelo entre
bienestar y estar bien. Por un lado, estar bien, es poder suplir las necesidades básicas de
alimentación, vivienda, educación, salud y por el otro, el bienestar es sentir satisfacción
por haber cumplido tus metas, estar al lado de una persona que te agrade, leer un libro,
etc., es decir, realizar cosas que hagan sentir que nuestra presencia en el mundo tiene
sentido. El buen vivir implica analizar que nuestras acciones no están aisladas de la
sociedad en la que vivimos y que las consecuencias de ellas, nos afectan tanto
individual como colectivamente.
La vida es un fenómeno complejo, que cada día nos trae sorpresas y nunca estaremos
seguros de lo que será el mañana; conlleva en sí misma incertidumbres, con momentos
de felicidad, de crisis individuales o colectivas como la que estamos viviendo por estos
días a raíz del Covid 19. Sin embargo, sabemos que el único hecho seguro del ciclo de
la vida, es la muerte, aunque no sepamos el día ni el lugar, y el mundo hoy, al detenerse
a pensar en ella, por primera vez siente la necesidad de mirar en cómo vivir bien de
forma colectiva: la mayoría de las personas tratamos de lavarnos las manos, de
mantener el aislamiento social, de informar cualquier sospecha de haber adquirido el
virus de la pandemia, protegemos a nuestros niños y adultos mayores, tratamos de
brindar ayuda a quienes vemos más necesitados y sentimos gran satisfacción cuando
escuchamos que alguien, sin importar de qué nación sea, se pudo recuperar.
Todas estas acciones, sin darnos cuenta nos están llevando a un buen vivir y por ende
a un buen morir, porque estamos tratando de interconectar distintas dimensiones de lo
real, desarrollando una estrategia de pensamiento que no sea reductiva ni totalizante,
sino reflexiva; lo que implica entonces evaluar nuestro comportamiento constantemente,
que observemos más allá de lo aparente, para que, al pensar en la muerte, no se
desdibuje la noción de buen vivir.
Referencias:
Morin, E., y Barcelona, P. (2017). Enseñar a vivir. Manifiesto para cambiar la
educación. Revista Catalana de Pedagogía, 11, 223-235. Recuperado de
https://publicacions.iec.cat/repository/pdf/00000245/00000082.pdf