Profesor
Rubén Darío Hurtado V.
Universidad de Antioquia
Junio-2016
A continuación, se presentan algunos de los factores que facilitan la escritura como un proceso
cognitivo y lingüístico, en el cual se privilegie la creación y producción de pensamiento.
1. La lectura.
La lectura es tal vez uno de los factores que más facilita la escritura, pues ésta no sólo enriquece de sentidos y significados al lector, sino que también se convierte en un modelo de escritura. Los textos no sólo comunican sino que además, nos presentan una forma específica de hacerlo y este aspecto contribuye sensiblemente en nuestra formación como escritores, de ahí que se considere a la escritura como una consecuencia de la lectura; imposible sería pensar que un sujeto escriba, por ejemplo, una buena carta, si nunca la ha leído. Por ello, la importancia, según Frank Smith (1994), de leer como un escritor, pues cuando leemos como lectores sólo focalizamos la atención en el significado, en lo que dice el texto, y cuando lo hacemos como escritores, nuestra atención está no sólo en lo que nos dice sino en la forma cómo lo dice, es decir en la retórica, en las formas discursivas utilizadas para transmitir la información y es aquí donde podemos apreciar la adecuación de las palabras y oraciones, el uso de los signos de puntuación y el estilo para desarrollar las ideas, esto condicionado a la singularidad del destinatario. En esta perspectiva, la lectura no sólo nos convoca a la escritura, sino que nos permite cualificarla.
En este sentido, es muy importante desde el punto de vista pedagógico y didáctico que nuestros estudiantes tengan acceso a buenos textos, es decir, textos bien escritos o lo que se suele llamar textos de expertos, esto en la medida que los pone en contacto con buenos ejemplos de escritura.
2. El conocimiento previo.
El conocimiento previo alude al saber acumulado por el sujeto, y dependiendo de la riqueza y la calidad de éste, se facilita o dificulta la fluidez escritural. Lo que más limita el acto de escribir es la ausencia de ideas, sin desconocer que existen otras dificultades como las psicológicas y lingüísticas (Díaz, 1995). Sin embargo, una cosa es poseer el temor a escribir o carecer de los elementos lingüísticos que faciliten la construcción de un buen texto, y otra, más delicada aún, es la ausencia de ideas, de contenido a comunicar. La riqueza conceptual del escritor no sólo facilita la fluidez escritural, sino la coherencia del texto, pues, a mayor claridad conceptual mayor es la coherencia, pues muchas de las dificultades en este componente de la escritura se debe a la falta de ideas y comprensión de las mismas.
Es en este contexto donde se plantea la importancia de estimular la mente de los niños, jóvenes y adultos, para producir textos y no la mano para coger bien un lápiz, pues lo que determina la escritura es el pensamiento y el lenguaje y no la motricidad, como lo sugería el modelo perceptivo motriz de la escritura. En esta perspectiva es tener presente que uno de los elementos que más inspira y habilita a un estudiante para escribir es la lectura y sobre todo la lectura de buenos textos.
3. La competencia cognitiva.
La competencia cognitiva es entendida como la capacidad de un sujeto para procesar la información exterior e interior; es decir, alude en términos piagetianos a la capacidad para asimilar y acomodar la información. En esta perspectiva, es diferente al conocimiento previo, pues éste alude al conocimiento acumulado por un sujeto; en cambio la competencia cognitiva, tiene que ver con la capacidad de procesar y transformar la información.
En esta perspectiva, Scardamalia y Bereiter (1992) establecen una diferencia entre el escritor novato y el experto: el primero, ante el desafío de escribir, construye una primera representación mental de lo que quiere comunicar y tal cual lo consigna en el papel o en la pantalla, es decir, no hay transformación de la información, mientras que el segundo, hay mayor reflexión y análisis sobre lo que se desea comunicar, lo cual genera una transformación de la primera representación mental, enriqueciéndose de esta manera el saber que inicialmente se poseía, de tal forma que el texto construido es muy diferente a lo inicialmente representado, asumiendo, así que al escribir no sólo se comunica, también se aprende, pues no sólo se estructura el conocimiento sino que se desarrolla. Es importante precisar que este proceso no se facilita sólo por la práctica de escritura sino también por el tipo de competencia cognitiva del sujeto, la cual facilita los niveles de reflexión y procesamiento de lo que se quiere comunicar.
4. El contexto.
El contexto, entendido como las circunstancias internas y externas que rodean el acto de escritura, determina en gran parte la producción textual. El contexto interno se refiere no sólo al conjunto de conocimientos y creencias de un individuo, sino también, a su experiencia afectiva. El contexto exterior se refiere a lo situacional, a las circunstancias físicas y sociales en las que se desarrolla el proceso de escritura; aquí se pueden mencionar situaciones como las de escribir en una biblioteca, en un bus o en una cárcel, acompañados estos lugares por unas condiciones sociales específicas. La escritura por tanto es contextual, se genera siempre en unas condiciones sociales–culturales y físicas particulares que condicionan la producción.
Los contextos generan necesidades específicas de comunicación, las cuales van a determinar qué tipo de texto utilizar y qué formas discursivas utilizar acordes al contexto y a los destinatarios, como un garante de la comunicación.
5. La audiencia.
El tipo de público al cual va dirigido el texto condiciona el léxico a utilizar, es decir, convoca al escritor, según Cassany (1995), a la adecuación de las palabras, pero además, determina la profundidad con la cual se desarrolla el tema, de ahí la importancia de que el escritor, al comenzar su labor, se construya un lector ideal que oriente su producción textual. Si bien es cierto que los textos una vez producidos poseen vida propia, en sus orígenes, estuvieron condicionados por la imagen de un auditorio específico. Un buen texto, no se construye en el vacío, al margen de un destinatario, pues es éste, quien va a condicionar las formas discursivas y el contenido del texto. En esta perspectiva, el conocimiento del destinatario se convierte en una condición sin la cual no es posible producir un buen texto, pues este conocimiento determina el qué y el cómo escribir.
6. El conocimiento gramatical.
El conocimiento gramatical facilita la construcción de un buen texto, pero no es el componente fundamental, por tanto, un curso de escritura, redacción o composición escrita no puede reducirse a la enseñanza de reglas gramaticales o simples formalismos ortográficos; los cursos de escritura deben ser un espacio donde se le permite a los participantes tener conciencia sobre lo que significa producir un texto, donde se estudian las diferentes fases de su composición comprendiendo que lo fundamental en la escritura es la producción de pensamiento. Es en esta dirección que planteamos que la escritura es un proceso no sólo lingüístico sino cognitivo, pues, la escritura es tal vez una de las habilidades comunicativas más complejas, teniendo en cuenta que en el acto de producción de un texto intervienen diferentes procesos cognitivos que van desde la selección, análisis, jerarquización e integración de la información.
7. La reescritura.
La reescritura es la acción de volver a escribir el texto cuantas veces sea necesario, para que éste represente y comunique con la mayor claridad posible lo que el autor pretende. La reescritura implica ir y venir con el texto, cambiando no sólo aspectos de forma como construcciones gramaticales u ortográficas, sino también, elementos de contenido. Una reescritura puede implicar cambiar parte o la totalidad del texto. La reescritura es la que nos permite entender la escritura como proceso, pues un escrito implica varios pretextos. Es a través de la reescritura como se cualifica un texto, por tanto, en una didáctica de la escritura, es importante enfatizar en este asunto. Un texto es fruto de múltiples borradores y en esta perspectiva, es necesario entender las bondades del borrador, pues es éste el que realmente nos forma como escritores. Podemos afirmar que es casi imposible construir un buen texto sin reescritura, ésta hace parte del proceso normal de la producción de un texto, no se reescribe, como se suele creer, por limitaciones cognitivas, sino por lo contario, por el nivel de conciencia sobre lo que significa escribir con sentido.
Referencias
Smith, F. (1994). De cómo la educación le apostó al caballo equivocado. Argentina: Aique
Díaz, A. (1995). Aproximación al texto escrito. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia.
Scardamalia, M. y Bereiter, C. (1992). Dos modelos explicativos de la composición escrita.
Infancia y Aprendizaje, 58, 43-64.
Casanny, D. (1995). Describir el escribir: Cómo se aprende a escribir. Barcelona: Paidós.
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Me interesan estos cursos y en especial este.
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